La enfermedad de Alzheimer es la causa más común de demencia en la vejez, representando aproximadamente el 60-70 % de los casos. Su prevalencia se duplica aproximadamente cada cinco años a partir de los 65 años. El 30 % de los mayores de 90 años padece esta enfermedad. La enfermedad de Alzheimer es un deterioro progresivo e irreversible de las capacidades cognitivas. El curso de la enfermedad se divide en tres fases consecutivas, que son la fase preclínica, la fase DCL (deterioro cognitivo leve) y la demencia. En los pacientes con enfermedad de Alzheimer, las proteínas se acumulan en el cerebro, lo que provoca la destrucción de las células nerviosas.
Dentro de las células nerviosas (sobre todo en las regiones corticales y límbicas del cerebro) se produce la acumulación de ovillos neurofibrilares a partir de la proteína tau hiperfosforilada (pTau(181)). La proteína tau se produce en las neuronas, donde estabiliza los microtúbulos del citoesqueleto. Cuando esta proteína se fosforila incorrectamente, puede producirse una acumulación de neurofibrillas que se agregan y se acumulan en los cuerpos de las células nerviosas, lo que puede interferir con el transporte axonal.
Fuera de las células nerviosas, se observa la acumulación de placas seniles, que consisten principalmente en beta-amiloides (Aβ). Son péptidos que se producen a partir del procesamiento de la proteína precursora amiloide (APP), que se encuentra unida a la membrana, y existen en varias formas. En la enfermedad de Alzheimer, se altera la degradación de estos péptidos, lo que da lugar a depósitos, especialmente de beta-amiloide (1-40) (Aβ1-40) y beta-amiloide (1-42) (Aβ1-42) en forma de placas.
El diagnóstico definitivo de la enfermedad de Alzheimer solo es posible post mortem mediante una prueba histológica de una muestra de tejido cerebral (detección de placas y ovillos neurofibrilares). El diagnóstico de probable enfermedad de Alzheimer se puede realizar en un paciente con vida mediante la identificación clínica del síndrome demencial y la exclusión de otras posibles causas reversibles. La tomografía por emisión de positrones (TEP) permite obtener más información, ya que ahora puede utilizarse para visualizar los cambios neuropatológicos específicos en pacientes vivos. Además, la determinación de biomarcadores en el líquido cefalorraquídeo (LCR) se ha convertido en una técnica comúnmente utilizada en el diagnóstico del Alzheimer. También son capaces de indicar la enfermedad con una alta fiabilidad.
El LCR de los pacientes que desarrollarán la enfermedad de Alzheimer muestra concentraciones significativamente disminuidas de Aβ1-42 entre 5 y 10 años antes de la aparición de los cambios cognitivos. Sin embargo, las concentraciones de tau y pTau(181)aumentan con la progresión de la neurodegeneración y del deterioro cognitivo. El cociente amiloide Aβ1-42/Aβ1-40 puede ser útil para diferenciar la enfermedad de Alzheimer de la demencia vascular (véase la ilustración). El cálculo de este cociente también reduce aquellas influencias que distorsionan los factores preclínicos en las concentraciones medidas.
Los resultados obtenidos con los análisis neuroquímicos del LCR deben valorarse siempre en el contexto de toda la información diagnóstica disponible.
Folleto: Diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer - Una nueva generación de pruebas de EUROIMMUN
Detectar los factores externos que influyen en el diagnóstico, optimizar el trabajo
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