Las infecciones de transmisión sexual (ITS) pueden estar causadas por bacterias (p. ej. Treponema pallidum, Chlamydia trachomatis, Neisseria gonorrhoeae, Mycoplasma), virus (p. ej. VHS) o parásitos (Trichomonas vaginalis), que se transmiten de persona a persona a través del sexo vaginal, anal u oral. El curso, los síntomas y las consecuencias de las ITS pueden variar considerablemente en función del agente patógeno causante. En muchos casos, la infección es asintomática, por lo que no presenta síntomas durante mucho tiempo y solo se diagnostica cuando se ha cronificado. Las infecciones por estos patógenos suelen causar inflamación del tracto urogenital, que puede ascender y provocar, por ejemplo, infertilidad.
Además de las consecuencias para el paciente, las infecciones por la mayoría de los patógenos mencionados también pueden provocar pérdidas fetales intrauterinas, partos prematuros o daños en el feto. Asimismo, muchos patógenos pueden infectar al recién nacido durante el parto, causando graves infecciones postnatales.
Los métodos de detección de las ITS más utilizados son los métodos directos, en los que el patógeno se detecta mediante PCR o su cultivo, y los métodos indirectos, es decir, la detección de anticuerpos específicos del patógeno. Dado que la detección mediante cultivo es especialmente lenta y difícil en el caso de Clamidia, Micoplasma, Ureaplasma y Treponema, para estos patógenos se suelen recomendar o exigir otros métodos de detección como, por ejemplo, los basados en las PCR y/o los serológicos.
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