Las infecciones gastrointestinales pueden estar causadas por bacterias, virus y parásitos, y figuran entre las enfermedades infecciosas más habituales. Se manifiestan en forma de gastritis, diarrea, vómitos o síntomas inespecíficos que aparecen pocas horas después de la absorción del agente patógeno con algunas infecciones bacterianas o víricas y que, en raras ocasiones, pueden provocar secuelas crónicas. Sin embargo, las infecciones por patógenos parasitarios suelen tener un curso crónico.
Las infecciones virales se autolimitan, por lo que el tratamiento se centra en aliviar los síntomas y no suelen requerir pruebas diagnósticas de laboratorio. Sin embargo, bacterias como la Yersinia y el Campylobacter pueden causar enfermedades secundarias inmunológicas, como la artritis reactiva. En este caso, las pruebas serológicas pueden ser de ayuda para el diagnóstico. Las infecciones por Helicobacter pylori pueden causar gastritis crónica activa y otras complicaciones como la úlcera gastroduodenal, el carcinoma de estómago o el linfoma. Se recomienda la detección de anticuerpos en casos donde hay sospecha de infección no aguda o crónica. Los patógenos parasitarios como el Schistosoma y el Strongyloides stercoralis también pueden causar síntomas gastrointestinales con cursos crónicos. Para su diagnóstico se aplican métodos directos e indirectos. En general, la detección de anticuerpos específicos es útil para el diagnóstico en casos en los que se presumen cursos crónicos o enfermedades secundarias, pero no para el diagnóstico en casos agudos.
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